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¿Qué están haciendo los supermercados para afrontar el aumento del robo hormiga?

En los últimos meses, el fenómeno del “robo hormiga” se ha instalado con fuerza en el debate del retail chileno. Se trata de pequeños hurtos constantes, tanto de parte de clientes como, en algunos casos, del propio personal interno, que generan pérdidas millonarias. Según cifras citadas por Emol, un estudio de ALTO Chile junto a la Cámara de Comercio de Santiago y la Universidad Adolfo Ibáñez reveló que las mermas por robos y hurtos externos alcanzaron los US$ 253 millones en 2023, lo que representa un alza del 43 % respecto del año anterior y cerca del 60 % del total de pérdidas del sector retail. Estos datos han generado preocupación transversal, obligando a las principales cadenas de supermercados a intensificar sus estrategias de prevención y control.

El problema se ha hecho especialmente visible con la aparición recurrente de videos en redes sociales donde se muestra cómo operan los llamados “mecheros”, algunos con tácticas agresivas y otros más sigilosos, lo que ha encendido las alarmas. Reportajes emitidos por T13 y 24Horas han identificado productos como lácteos, carnes y frutas como los más afectados por este tipo de delitos. En el caso de productos no perecibles, artículos como ampolletas LED, alargadores eléctricos y pegamentos profesionales también lideran la lista de los más robados.

Frente a esta creciente amenaza, varias cadenas han comenzado a revisar sus protocolos de seguridad. En algunos supermercados, particularmente en Estados Unidos y otros mercados internacionales donde opera Walmart, se ha optado por retirar las cajas de autoservicio, consideradas una puerta abierta para el hurto no controlado. Si bien en Chile aún no se ha replicado esta decisión de forma masiva, el debate ya se ha instalado, y el propio canal Sabes.cl reportó recientemente que esta tendencia podría ser evaluada por los retailers locales, en función de sus resultados en el extranjero.

Además, los supermercados están reforzando la presencia de guardias en sala, especialmente en horarios y días de alta afluencia. Se ha identificado que una mayor visibilidad de personal de seguridad, junto con rondas constantes, tiene un efecto disuasivo importante. En paralelo, se han implementado cámaras con inteligencia artificial capaces de detectar movimientos sospechosos, sumado a sensores inteligentes y tecnologías como el RFID para mejorar el seguimiento de productos y reducir las mermas por robo. Como informó Portal Innova, estas herramientas tecnológicas permiten actuar de forma más precisa y rápida, identificando patrones y alertando al personal antes de que se concrete un hurto.

Otro foco ha sido la identificación de productos críticos. Como señala un reportaje de T13, las cadenas han comenzado a aplicar medidas específicas como el uso de etiquetas antirrobo en productos de alto riesgo, e incluso han rediseñado la ubicación de ciertas categorías para minimizar zonas ciegas en el layout de las salas. La gestión eficiente del espacio también se ha convertido en una aliada contra el robo.

En términos operativos, los supermercados también están fortaleciendo la capacitación de su personal. Desde reponedores hasta supervisores, todos han sido instruidos en protocolos de detección de comportamiento sospechoso y en la correcta activación de alertas. Al mismo tiempo, se ha reforzado la coordinación con las policías y autoridades locales, lo que ha permitido mejorar los tiempos de respuesta y facilitar la identificación de bandas que actúan de forma organizada.

El desafío del robo hormiga no solo afecta las finanzas del retail. También pone en tensión la experiencia del cliente, ya que un exceso de medidas de seguridad puede hacer que las compras pierdan fluidez o generen desconfianza. Por eso, el equilibrio entre eficiencia operativa, prevención y buen servicio es el gran reto que enfrentan hoy los supermercados chilenos. A medida que el delito se vuelve más sofisticado, también lo hacen las respuestas del sector. Y aunque no existe una solución única, lo que está claro es que combatir este tipo de delitos exige acción coordinada, inversión tecnológica y, sobre todo, una cultura interna orientada a la vigilancia responsable y la mejora continua.

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